El Club de Lectura de la Asociación de Mujeres Juezas de España (AMJE) ha cumplido estos días un año. Semana tras semana hemos tenido el honor y el placer de leer excepcionales obras escritas por mujeres que nos han hecho crecer y nos han inspirado en nuestras vidas.
Nuestro socio Gonzalo Alcoba ha querido conmemorar este aniversario con esta emotiva carta titulada «Letras que se mueven, mujeres que no caen». Gracias Gonzalo.
“Lee y conducirás, no leas y serás conducid[a]”. Fue Teresa de Ávila quien exhortó a leer de esta forma tan bella y apremiante; es una llamada a través del tiempo, una invitación al placer creativo de la lectura, concebida como un guante arrojado a los pies de cualquier dominación. Alguien, después de visitar la Capilla Cornato de Santa María de la Vittoria, en Roma, dijo, al ver la imagen de aquella santa doctora, magistralmente cincelada por Bernini,
que había tenido la impresión de entrar en la habitación de una señora en un momento inoportuno. El inmenso escultor barroco, no sé si en su conciencia o solo en su alma, entendió lo que había de desafiante en el semblante de aquella mujer, mayor que todos los hombres de
su tiempo. Son las letras las que la trajeron hasta aquí, ante nosotras.
La historia está llena a rebosar de genio femenino, pero también de olvido,
discriminación y desprecio. Juana Inés de la Cruz fue privada de los libros mientras estaba en prisión, porque no había para ella tortura mayor. Algunas mujeres convencieron a sus lectores de que eran hombres como ellos, hechos y derechos. Otras, se resignaron al anonimato o a la displicencia de sus propios maridos y escribieron obras inmensas que jamás conoceremos. Para muchas de ellas, durante estos largos siglos de opresión deshumanizadora, la lectura fue una puerta pintada en la prisión, un ancho puente hacia el océano al que ellos, con sus reglas y sus puños no podían llegar; y al que tampoco alcanzaba la arbitraria culpa.
Alexandra Kollontai dijo que “para la mujer antigua, el dolor más grande era la traición o la pérdida del hombre amado; para la mujer nueva es la pérdida de si misma”. Siempre tuve la creencia de que en su éxtasis berniniano, como en sus letras, Santa Teresa formula su propio
yo, a resguardo de los otros, mediante del conocimiento intenso de su cuerpo y de su alma, sin prejuicios ni complejos, quizá sin renuncias. Los inventos patriarcales que han desvirtuado la plenitud de su libertad interior solo intentan amortiguar su inmensa potencia creativa, como
han hechos siempre con todas. El aniversario del club de lectura es un arma feroz para levantar ese velo oscuro que el poder establecido ha desplegado sobre la libertad de la mujer; al leer a tantas y tan poderosas mujeres, con su decidida tesitura, volvemos a la vida esa ansiedad emancipadora, damos alas a las que ahora se juegan el mundo que siempre se les negó.
Las letras, como toda forma de arte, pueden ser un frívolo objeto de placer, un mero pasatiempo indolente y aburrido; o el pulso latiente que rompe yugos a base de belleza y de rabia. La lectura es aquí un acto de guerra, que aleja a las letras de aquel “lujo cultural” de los neutrales, que Celaya maldecía; lo que aquí traéis, es “poesía herramienta” cargada de futuro.
Y lo es, no por lo que en cada caso cuenta un libro, sino por quiénes lo leemos, por qué perspectiva nos orienta. Al leer se da vida a los textos, se los pone en movimiento. En los ojos, en la mente y en la voz de nuestro club, esas letras “son más de lo mentado”; “son gritos en el cielo y en la tierra son actos”. Seguid leyendo como quien asalta el Palacio de Invierno, porque el tiempo corre y las mujeres ya no miran atrás.
Por la igualdad plena, real y efectiva. Muchas felicidades, compañeras.