Leer “Fuego” remueve. Y lo hace sobre la conciencia, sobre los prejuicios, sobre la falta de empatía a las víctimas de agresiones sexuales, sobre su abandono, sobre su cosificación, sobre cómo contribuimos a su desdignificación y envilecimiento.
De forma inmediata nos lleva a muchos interrogantes, a conclusiones irrefutables: lo solas están las víctimas de las violencias sexuales y lo imprescindible es su aceptación social, judicial, psicológica y victimológica, y su apoyo integral.
Mientras no las aceptemos como lo que realmente son y representan, estaremos cometiendo profundos actos de injusticia sobre ellas.
El libro es un relato fiel, magistralmente documentado de un hecho real: la agresión sexual el día 17 de octubre de 1998 a una menor. Ese día Antonio Cosme “El Pincelito” violó a Vero con solo 13 años en Benejúzar. Y lo hizo con la mirada puesta en el tránsito judicial, social, periodístico y vital de sus protagonistas: madre e hija, dos víctimas directas de un mismo suceso como fue esa agresión sexual.
La autora no quiso novelar la historia, porque esta historia es mucho más. Es un tratado, un espejo, una reflexión de la parálisis social y judicial ante este deplorable hecho.
A Vero se la cuestionó siempre, se la victimizó con frases como “eres una puta y te lo has inventado todo”. “Eres la violá. La violá”. Hubo manifestaciones de apoyo al Pincelito y médicamente se combatió la agresión con alegaciones: “sin rotura de himen no hay violación”.
Los atropellos a una menor de edad agredida sexualmente también continuaron en el proceso teniendo que declarar sin mamparas y contraviniendo los más mínimos principios del actual Estatuto de la Víctima (2015), la Ley de Protección Integral de Infancia y adolescencia frente a la violencia (2021) o la Ley de Garantía integral de la Libertad sexual (2022).
La catarsis de “Fuego”, es la misma que la de Mari Carmen, la madre de Vero.
El 13 de junio de 2005 Antonio Cosme, tras encontrarse con ella en un permiso penitenciario no anunciado a sus víctimas, le manifestó: “Buenos días Sra. ¿Cómo está su hija?”. Esas palabras produjeron a Mari Carmen, según la Sentencia, una limitación de sus facultades que determinaron que rociara con gasolina y prendiera fuego al agresor sexual de Vero, lo que le causó la muerte días después.
Mari Carmen solo fue apoyada por las Asociaciones Feministas y por su abogado Joaquín Galant, que es la única figura que estuvo en los dos procesos con esperanza, con empatía y con perspectiva de género. No obtuvo el indulto del Gobierno.
¿Cómo sería hoy la historia de Verónica y Mari Carmen? ¿Qué hubieras hecho tú en el caso de ser abandonada y no apoyada tras una agresión sexual?
La autora nos abre la puerta de la esperanza. Aquella que viene del hecho que las víctimas no van a sentir nunca más la profunda soledad que sufrieron Vero y Mari Carmen. Porque esa soledad es el máximo acto de injusticia hacia ellas y ahora ya sabemos decir y actuar para que nunca más estén solas.
Fdo. Flor de Torres
Fiscal Delegada de Violencia sobre la Mujer de Andalucía